Cuántas veces has sentido miedo de mostrarte tal y cómo eres, de expresar lo qué piensas y has escondido todo el montón de virtudes que tienes bajo cientos de capas de inseguridades y prefieres quedarte callada a pesar de saber la respuesta. Cuántas oportunidades dejaste pasar por pensar que no estabas a la altura de la situación, por creer que no merecías esa gran oportunidad que tocó a tu puerta. Cuántas veces mantuviste la cabeza baja y dejaste pasar a todos primero, antes que a ti. 

En más de una ocasión te has visto al espejo y has odiado lo que el reflejo te ha mostrado. Has criticado tu aspecto, tus ojeras y la forma tan rebelde de tu cabello. Has estado a disgusto con tu cuerpo y la apariencia que según en tus propias palabras, es imperfecta ante los ojos de otros. 

Y sonríes, sí, pero con el dolor amenazante y punzante gritando que no eres lo suficientemente buena para nadie. Que dejes de intentarlo, que eres invisible para los demás. 

Y tienes miedo, aunque a veces no sabes de qué, o de quién. 

Pero cuando decidas querer tus cicatrices y las huellas que la vida a dejado por tu piel, comprenderás que esa voz diciendo que no eras digna de que alguien te voltee a ver, se va ir apagando poco a poco. 

Y después será tu turno de gritar, pero gritar tan fuerte a los cuatro vientos que te escuchen del norte al sur, y bailar, saltar y cantar si así lo prefieres. Y llegará el momento de demostrarte a ti misma que eres capaz de hacer cualquier cosa, y que tu valor, va más allá de lo que otros puedan pensar, incluso, será el tiempo de ir contra tus propias barreras. 

Pero hazlo para ti y por ti. 

Y por favor, no te escondas más.

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